El Coquí y el Duende

Origen: Puerto Rico (Variante popular)

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Había una vez en la exuberante selva de Puerto Rico, un pequeño coquí llamado Coco que vivía entre las hojas de helecho y las ramas de los árboles. Coco era conocido por su hermoso canto que resonaba en las noches tropicales. Sin embargo, a pesar de su talento, Coco se sentía solo y anhelaba tener un amigo con quien compartir su vida.

Un día, mientras exploraba la selva en busca de aventuras, Coco se encontró con un misterioso duende llamado Diego. Diego, con su sombrero puntiagudo y su risa traviesa, intrigó a Coco. A pesar de sus diferencias, Coco decidió acercarse y entablar una conversación con el duende.

Diego, al principio, se mostró un poco reservado, pero pronto la amistad entre el coquí y el duende comenzó a florecer. Juntos exploraron la selva, descubriendo rincones mágicos y compartiendo risas bajo la luz de la luna. Coco enseñó a Diego el arte de trepar árboles, mientras que Diego enseñó a Coco los secretos de la magia del bosque.

Una noche, mientras descansaban junto a un arroyo brillante, Coco compartió su deseo de tener más amigos coquíes para que la selva resonara con un coro armonioso. Diego, con su corazón generoso, decidió ayudar a su amigo coquí.

Diego utilizó su magia para invocar a más coquíes de todas partes de la selva. Pronto, la selva estaba llena de la dulce sinfonía de los coquíes cantando juntos. Coco estaba extasiado y agradecido por el hermoso regalo de su amigo duende.

Sin embargo, la felicidad de Coco se vio amenazada cuando una tormenta inesperada azotó la selva. Los vientos fuertes y la lluvia intensa barrieron el hogar de los coquíes, dejándolos desamparados. Coco y Diego se unieron para enfrentar la adversidad y proteger a los coquíes y a la selva que amaban.

Con su magia, Diego creó un refugio temporal para los coquíes, mientras Coco, con su canto melodioso, consolaba a los animales de la selva. Juntos, trabajaron incansablemente para restaurar la armonía en su hogar.

Finalmente, la tormenta pasó, y la selva reverdeció con renovada vitalidad. Los coquíes, agradecidos por la amistad y el esfuerzo de Coco y Diego, continuaron cantando en coro, creando una sinfonía que resonaba en todo el bosque.

Con el tiempo, Coco y Diego se dieron cuenta de que la verdadera magia estaba en la amistad y la colaboración. Aunque eran diferentes, su amor por la selva y el deseo de ayudar a los demás los unieron de una manera especial.

La moraleja de esta historia es que la amistad y la colaboración pueden superar cualquier desafío. Aunque somos diferentes, podemos aprender unos de otros y trabajar juntos para superar las dificultades. La verdadera magia está en la unión y el amor compartido.

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