La Enano Saltarín

Origen: Alemania (Hermanos Grimm)

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Había una vez, en un pequeño pueblo, un enano muy especial llamado Saltarín. A pesar de su diminuto tamaño, tenía un corazón tan grande como el mundo. Su singularidad no residía solo en su estatura, sino en su habilidad extraordinaria para saltar. Saltarín podía dar saltos tan altos y largos que parecía desafiar la gravedad misma. La gente del pueblo quedaba asombrada cada vez que lo veía en acción.

Un día, el rey del reino vecino escuchó hablar de las asombrosas habilidades de Saltarín y decidió invitarlo a su castillo. El rey, intrigado por la idea de tener a un enano saltarín a su servicio, le propuso un trato a Saltarín. "Si puedes saltar sobre mi castillo tres veces sin caerte, te recompensaré con riquezas y tesoros", dijo el rey con una sonrisa desafiante.

Saltarín, siempre dispuesto a probar sus habilidades, aceptó el desafío con entusiasmo. Se dirigió al castillo del rey, donde todos los habitantes se congregaron para presenciar el espectáculo. Saltarín se preparó y, con un salto increíble, superó el castillo del rey sin problemas. La multitud estalló en aplausos y el rey, sorprendido, le pidió que lo hiciera dos veces más.

Con gracia y destreza, Saltarín cumplió con las expectativas del rey, saltando sobre el castillo en dos ocasiones más. La gente estaba asombrada y el rey, aunque impresionado, no estaba dispuesto a cumplir su promesa. "Eres un enano y no mereces las riquezas de mi reino", declaró el rey con arrogancia. Saltarín, aunque decepcionado, no se dejó abatir.

En lugar de enojarse o buscar venganza, Saltarín decidió aprovechar su experiencia para enseñar una lección al rey y a la gente del pueblo. Se dirigió al centro de la plaza y, con una voz amable, compartió una historia sobre la importancia de la honestidad y la humildad.

"Queridos amigos, no importa cuán talentosos seamos o qué habilidades poseamos, siempre debemos ser honestos y humildes en nuestras acciones. El rey prometió recompensarme, pero eligió no cumplir su compromiso. En lugar de enojarme, prefiero recordarles a todos que la verdadera riqueza reside en nuestros corazones y acciones, no en tesoros materiales."

La gente del pueblo, al escuchar las sabias palabras de Saltarín, reflexionó sobre sus propias acciones y actitudes. Comprendieron que la honestidad y la humildad son virtudes más valiosas que cualquier tesoro. Agradecidos por la lección que les brindó el enano saltarín, los habitantes del pueblo comenzaron a practicar estos valores en su vida diaria.

El rey, al ver la impactante transformación en su reino, se sintió avergonzado por su comportamiento egoísta. Se acercó a Saltarín, pidió disculpas y cumplió su promesa, otorgándole al enano no solo riquezas materiales, sino también el respeto y la admiración de todos.

Moraleja: La verdadera grandeza no se mide por la estatura, la destreza o la riqueza material, sino por la honestidad y la humildad que reside en el corazón de una persona. A veces, las lecciones más importantes provienen de aquellos que, a primera vista, pueden parecer pequeños o insignificantes.

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