El Patito Feo
Origen: Dinamarca (Hans Christian Andersen)
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En un tranquilo rincón del campo, una pata cuidaba con amor sus huevos. Con gran paciencia y dedicación, esperaba ansiosa la llegada de sus patitos. Finalmente, un día, los huevos empezaron a romperse uno a uno, y de ellos salieron pequeños patitos amarillos, suaves y hermosos.
Entre la felicidad de ver a sus crías, la pata se sorprendió al ver que uno de los huevos más grandes no se había roto. Con cuidado, continuó incubándolo hasta que, finalmente, se rompió. Pero en lugar de un patito amarillo, salió uno diferente: más grande, con plumaje gris y torpe en sus movimientos.
Desde el primer momento, el patito gris fue objeto de burlas y rechazo. Sus hermanos lo miraban con desdén y las demás aves de la granja lo evitaban. La pata, aunque lo cuidaba con amor, sentía cierta incomodidad por su apariencia diferente.
El patito gris, herido por el rechazo, decidió alejarse de la granja. Caminó por campos y bosques, enfrentando la soledad y el desprecio por su aspecto. En el invierno, cuando todo estaba cubierto por la nieve, el patito sintió más que nunca la tristeza de no pertenecer a ningún lugar.
Con la llegada de la primavera, el patito encontró un lago donde habitaban majestuosos cisnes. Con temor y duda, se acercó al lago, esperando no ser rechazado una vez más. Al ver su reflejo en el agua, se sorprendió al descubrir que ya no era un patito gris, sino un hermoso cisne con plumas blancas y radiantes.
Los cisnes se acercaron a él con alegría y amabilidad, dándole la bienvenida al grupo. El patito convertido en cisne se sintió finalmente en paz. Descubrió que su verdadera identidad no se limitaba a su apariencia, sino a su esencia y a lo que era en su interior.
Los días pasaron y el cisne se integró por completo al grupo, disfrutando de la belleza del lago y la compañía de sus nuevos amigos. Ya no recordaba el sufrimiento de su pasado, pues había encontrado un lugar donde era aceptado y apreciado por lo que realmente era.
Mientras tanto, en la granja, la pata madre se lamentaba por haber juzgado a su patito por su apariencia. Aprendió que la verdadera belleza radica en la aceptación y el amor incondicional, más allá de las diferencias exteriores.
Así, el patito feo se convirtió en un hermoso cisne y vivió feliz para siempre, enseñando a todos que la verdadera belleza se encuentra en el interior de cada ser.
Moraleja: "No juzgues a alguien por su apariencia, ya que la verdadera belleza reside en el interior. Acepta a los demás tal como son y valora sus cualidades internas, porque lo que parece feo o diferente a primera vista puede esconder una gran belleza."Mira más cuentos