El Príncipe Rana
Origen: Alemania (Hermanos Grimm)
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Había una vez un reino encantado donde reinaba un príncipe rana. Este príncipe, a diferencia de los demás de su especie, no estaba conforme con su vida en el estanque. Soñaba con algo más grande y emocionante. Un día, mientras saltaba de hoja en hoja, vio a lo lejos un castillo imponente. Intrigado, decidió aventurarse más allá de su humilde hogar.
La travesía del príncipe rana no fue fácil. Tuvo que superar obstáculos, como esquivar a los pájaros hambrientos y enfrentarse a arañas astutas. Sin embargo, su determinación y valentía lo llevaron hasta las puertas del castillo. Al llegar, se encontró con una sorpresa: la princesa del reino estaba triste y desconsolada. Había perdido su collar de diamantes en el estanque cercano y temía que nunca lo recuperaría.
El príncipe rana, al escuchar la historia de la princesa, no dudó en ofrecer su ayuda. Con un salto elegante, se sumergió en las aguas del estanque y comenzó la búsqueda del collar perdido. Después de un rato, emergió victorioso con el resplandeciente collar en su boca. La princesa, sorprendida y agradecida, le prometió cualquier deseo que pudiera tener.
El príncipe rana, sin dudarlo, expresó su deseo de convertirse en un príncipe humano. La princesa, cumpliendo su promesa, besó al príncipe rana. En un instante, algo mágico sucedió. El príncipe rana se transformó en un apuesto príncipe humano, con una sonrisa agradecida en su rostro.
La princesa y el príncipe humano pasaron tiempo juntos, compartiendo risas y aventuras. Sin embargo, algo inesperado sucedió. El príncipe humano empezó a extrañar su vida como rana. Recordó la simplicidad y la felicidad que experimentaba en su estanque. La princesa, al notar la melancolía en sus ojos, le preguntó qué sucedía.
El príncipe humano confesó sus sentimientos y la princesa, comprensiva, le dijo que podía tomar la decisión que lo hiciera más feliz. Con un suspiro de alivio, el príncipe humano pidió a la princesa que lo acompañara de vuelta al estanque. Juntos, regresaron al hogar del príncipe rana, donde vivieron felices y contentos.
La moraleja de esta historia es que la verdadera felicidad a menudo no se encuentra en la grandeza externa, sino en la aceptación y aprecio de lo que realmente somos. A veces, perseguimos sueños que no nos traen la felicidad genuina. En el caso del príncipe rana, descubrió que la simplicidad de su vida anterior le brindaba la alegría que buscaba. Aceptar y valorar lo que tenemos puede llevarnos a una vida plena y satisfactoria.Mira más cuentos