El Sastrecillo Valiente

Origen: Alemania (Hermanos Grimm)

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Había una vez, en un pequeño pueblo, un sastrecillo muy valiente y astuto. Aunque era pequeño de estatura, su coraje y sagacidad eran conocidos por todos. Un día, mientras cosía en su modesto taller, escuchó la noticia de que un feroz gigante aterrorizaba la región, devorando a quien se cruzara en su camino. El valiente sastre decidió enfrentarse al peligro y liberar a su pueblo de esta amenaza.

Con aguja e hilo, el sastrecillo confeccionó una capa mágica que lo hacía invisible. Armado con su astucia y valentía, se aventuró hacia la guarida del gigante. Llegó al corazón del bosque donde se escondía la bestia y, gracias a su capa, pudo observar sus movimientos sin ser visto. El gigante, enorme y temible, roncaba profundamente.

El sastrecillo, aprovechando la oportunidad, tomó su aguja y comenzó a coser la ropa del gigante, uniendo los pliegues de su vestimenta con precisión. Mientras trabajaba, el gigante se movía inquieto, pero el sastrecillo, hábil y veloz, lograba esquivar sus peligrosas garras. Con paciencia y destreza, el sastre completó la tarea sin despertar al gigante.

Al despertar, el gigante se vio rodeado por una multitud de aldeanos que, asombrados, no podían creer lo que veían. El sastrecillo, aún invisible, se adelantó y desafió al gigante a un juego de ingenio. Si el gigante ganaba, podría quedarse en el pueblo, pero si perdía, tendría que marcharse para siempre.

El sastre propuso un acertijo: "¿Cuántos dedos tengo en la mano?" El gigante, confiado en su victoria, respondió incorrectamente. El sastrecillo, revelando su presencia, mostró su mano con solo tres dedos. El gigante, derrotado y cumpliendo su palabra, abandonó el pueblo para siempre.

El pueblo celebró al valiente sastrecillo como su héroe. Agradecidos por su valentía y astucia, le ofrecieron riquezas y reconocimiento. Sin embargo, el humilde sastre prefirió la modestia y decidió compartir su enseñanza con todos: la astucia y el ingenio pueden superar incluso al enemigo más temible.

Así, el sastrecillo valiente continuó su vida, recordando siempre que no se necesita fuerza bruta para superar los desafíos, sino inteligencia y valentía. Y aunque su estatura era pequeña, su legado creció como un gigante en la memoria de su pueblo.

Moraleja: La verdadera valentía no reside en la fuerza física, sino en la astucia y la inteligencia. Enfrentar los desafíos con ingenio puede conducir a soluciones sorprendentes y superar incluso a los obstáculos más imponentes.

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