La Bruja Zulema

Origen: Argentina (Variante popular)

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Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de bosques oscuros y misteriosos, una bruja temida por todos llamada Zulema. La gente del pueblo susurraba historias aterradoras sobre sus malvados hechizos y su risa malévola que resonaba en las noches de luna llena.

Un día, una valiente joven llamada Isabella decidió aventurarse en el bosque para descubrir la verdad detrás de las leyendas que envolvían a la bruja Zulema. Armada con coraje y determinación, Isabella se adentró en la espesura, sintiendo la densidad del aire mientras avanzaba hacia lo desconocido.

Después de horas de caminar, Isabella llegó a un claro donde se alzaba una antigua y ominosa torre. En la cima, la figura de la bruja Zulema se recortaba contra el cielo crepuscular. Isabella, sin titubear, subió las escaleras empinadas y llamó a la puerta de la torre.

La puerta crujía al abrirse, revelando a Zulema con su larga túnica negra y su sombrero puntiagudo. "¿Qué buscas, intrusa?" gruñó la bruja con una mirada penetrante.

Isabella, sin amilanarse, explicó su razón para estar allí y su deseo de entender a la temida bruja. Zulema, sorprendida por la valentía de la joven, accedió a contar su historia.

"Hace muchos años, fui una joven incomprendida", comenzó Zulema. "La gente del pueblo me temía por mi habilidad innata para la magia. En lugar de comprenderme, me desterraron, forzándome a vivir sola en esta torre."

Isabella sintió empatía por la historia de Zulema y se dio cuenta de que la bruja no era tan malvada como la pintaban. Con el tiempo, las dos mujeres comenzaron a compartir experiencias y conocimientos, forjando una extraña amistad en medio del bosque prohibido.

Un día, mientras exploraban juntas el bosque, Isabella y Zulema se encontraron con un grupo de aldeanos enojados que buscaban venganza. La noticia de la amistad entre la joven y la bruja se había extendido, generando miedo y resentimiento en el pueblo.

La multitud exigió que Zulema fuera expulsada para siempre. Isabella, sintiendo la injusticia, se enfrentó a la multitud, tratando de explicar que Zulema no era malvada y merecía una segunda oportunidad.

Pero la gente del pueblo, cegada por el miedo, no escuchó las palabras de Isabella y, con violencia, arrojaron a Zulema fuera del pueblo. La bruja, herida y desilusionada, se retiró a su torre mientras Isabella miraba impotente la injusticia que acababa de presenciar.

Con el tiempo, el pueblo sufrió las consecuencias de su actuar. Sin la protección mágica de Zulema, plagas y desastres naturales azotaron la región. Los aldeanos, finalmente comprendiendo el error de sus acciones, buscaron a Isabella y le pidieron ayuda para traer de vuelta a Zulema.

Isabella, con compasión en su corazón, accedió a ayudar. Juntas, ella y la bruja Zulema trabajaron para restaurar el equilibrio en el pueblo. Con el tiempo, la gente aprendió a aceptar la magia y a comprender que el miedo a lo desconocido podía llevar a decisiones lamentables.

La moraleja de esta historia es clara: la tolerancia y la comprensión son más poderosas que el miedo. Juzgar a los demás sin conocer realmente sus historias puede conducir a consecuencias no deseadas. La verdadera magia reside en la empatía y la aceptación, y solo cuando aprendemos a mirar más allá de las apariencias podemos encontrar la verdadera belleza en la diversidad.

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