La Lechera
Origen: Francia (Variante popular)
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Había una vez, en un pequeño pueblo, una joven llamada María. Ella era conocida por todos como "La Lechera" porque cada día llevaba una jarra de leche fresca a la ciudad para venderla en el mercado.
Un día, mientras caminaba hacia el mercado con su jarra de leche equilibrada en la cabeza, María comenzó a soñar despierta. Pensó en todas las monedas de oro que recibiría por la venta de la leche y en cómo podría gastar ese dinero para mejorar su vida.
Mientras caminaba, María imaginó: "Con el dinero de la leche, compraré huevos. De esos huevos nacerán pollitos, y cuando crezcan, podré venderlos a buen precio. Con el dinero de los pollitos, compraré más vacas, y así mi pequeño rebaño crecerá."
"Tendré tanto dinero que podré construir una casa hermosa. Viviré en la mejor casa del pueblo, rodeada de jardines y flores. La gente me admirará y me respetará por mi riqueza."
Mientras divagaba en sus pensamientos, María comenzó a dar saltos de alegría. Sin darse cuenta, sus pies tropezaron con una piedra y la jarra de leche cayó al suelo, rompiéndose en mil pedazos.
María se quedó mirando con tristeza la leche derramada. Su sueño de riqueza y prosperidad se había desvanecido en un instante. Con lágrimas en los ojos, regresó a su casa con las manos vacías.
Al día siguiente, la gente del pueblo le preguntó a María por qué no había llevado leche al mercado. Ella les contó la historia de su sueño y cómo había perdido todo por su imprudencia.
Un anciano del pueblo, al escuchar la historia, le dijo a María: "Mi querida joven, soñar está bien, pero es importante no perder de vista la realidad. La leche que tenías era real, pero el dinero que esperabas no lo era. La próxima vez, sé agradecida por lo que tienes y no te pierdas en fantasías que pueden llevarte por el camino equivocado."
María aprendió una valiosa lección. A partir de ese día, siguió llevando su leche al mercado, pero esta vez sin dejar que sus sueños nublaran su juicio. Agradecía cada moneda que recibía y trabajaba arduamente para mantener su negocio.
La moraleja de esta historia es que no debemos perder de vista la realidad por sueños ilusorios. Es bueno tener metas y aspiraciones, pero es igualmente importante apreciar lo que tenemos en el presente y trabajar con diligencia para alcanzar nuestras metas de manera realista.Mira más cuentos