La Ratita Presumida
Origen: España (Variante popular)
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Había una vez en un pequeño pueblo, una ratita muy presumida que se pasaba todo el día mirándose en el espejo. Esta ratita, conocida como la Ratita Presumida, era famosa en el bosque por su hermoso pelaje y su cola esponjosa. Su hogar estaba lleno de espejos y adornos que realzaban su vanidad. A pesar de su belleza, la Ratita Presumida no tenía muchos amigos, ya que se pasaba el tiempo admirándose a sí misma en lugar de preocuparse por los demás.
Un día, mientras la Ratita Presumida paseaba por el bosque, se encontró con el ratón más sabio de la región. El ratón, al ver la actitud vanidosa de la Ratita Presumida, decidió darle un consejo. Le dijo que la verdadera belleza no está solo en la apariencia externa, sino en el corazón y en la manera en que tratamos a los demás. La Ratita Presumida, sin embargo, ignoró el consejo del sabio ratón y continuó su camino sin prestarle atención.
Mientras la Ratita Presumida seguía paseando por el bosque, se encontró con varios animales que la admiraban por su belleza, pero ninguno quería ser su amigo. Los demás animales del bosque notaban su actitud egoísta y superficial. La Ratita Presumida, cegada por su propia vanidad, no se daba cuenta de la soledad que se estaba creando a su alrededor.
Un día, la Ratita Presumida escuchó hablar de una fiesta en el bosque a la que estaban invitados todos los animales. Ilusionada por la idea de mostrar su belleza, decidió asistir. Se pasó horas arreglándose y admirándose en el espejo, asegurándose de que todos notaran su presencia en la fiesta.
Cuando llegó a la fiesta, la Ratita Presumida fue recibida con miradas de sorpresa y desaprobación. Aunque su belleza era evidente, su actitud arrogante y su falta de interés en los demás animales no pasaron desapercibidas. Nadie quería bailar o charlar con ella. La Ratita Presumida, acostumbrada a la admiración, se sintió herida y decepcionada.
En ese momento, un ratoncito humilde y amable se acercó a la Ratita Presumida. A diferencia de los demás, no la juzgó por su apariencia, sino que le ofreció amistad genuina. La Ratita Presumida, al principio sorprendida por la atención positiva, comenzó a disfrutar de la compañía del ratoncito humilde. Descubrió que la verdadera belleza radicaba en compartir momentos felices con amigos y en ser amable con los demás.
Con el tiempo, la Ratita Presumida aprendió la importancia de ser humilde y amable. Dejó de pasar tanto tiempo mirándose en el espejo y comenzó a preocuparse por los demás. Se dio cuenta de que la amistad y la bondad eran mucho más valiosas que la admiración superficial de su apariencia. Los demás animales del bosque, al ver su cambio de actitud, comenzaron a aceptarla y apreciarla.
La moraleja de la historia de la Ratita Presumida es que la verdadera belleza no se encuentra solo en la apariencia física, sino en la bondad y la humildad. La vanidad y la arrogancia pueden alejar a las personas de los demás, mientras que la amabilidad y la generosidad pueden abrir puertas a la verdadera felicidad. La Ratita Presumida aprendió que la belleza interior es la que perdura y que ser amable con los demás es la clave para construir relaciones significativas.Mira más cuentos